—No tengo ningún calendario donde poder pasar una hoja— me dije.
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Recull de les activitats de l'antic bloc de Noxeus entre el 10 de juny de 2021 i el 20 d'agost de 2024.
Jefe Seatttle (1860) |
•Aceptación •Afecto •Alegría •Amor •Angustia •Ansiedad •Anticipación •Apatía •Arrepentimiento •Autoconfianza •Aburrimiento •Compasión •Confianza •Coraje •Culpabilidad •Curiosidad •Decepción •Depresión •Desesperación •Desconfianza •Deseo •Disgusto •Luto •Dolor •Empatía •Entusiasmo •Enojo •Envidia •Esperanza •Euforia •Excitación •Éxtasis •Asco •Felicidad •Frustración •Celos •Gratitud •Horror •Hostilidad •Humillación •Indignación •Interés •Lujuria •Desprecio •Molestia •Odio •Orgullo •Pánico •Pasión •Sufrimiento •Piedad •Placer •Miedo •Preocupación •Rabia •Rechazo •Remordimiento •Resentimiento •Satisfacción •Soledad •Sorpresa •Timidez •Tristeza •Vergüenza
Ahora... solo estamos aquí para más tarde ser recuerdos para nuestros hijos.
Fotografía de mi autoría. Se publica con licencia Creative Commons* |
No sé; eso ya es muy de cada cual. Pero a mi que en 72 años he perdido mucho tiempo me apetece de vez en cuando ganar (recuperar) algo de ese tiempo perdido en mil cosas estúpidas. Y para eso, no hay mejor cosa que alimentar el espíritu. Alejado de influencias religiosas o espiritualidades de papel couché o cartón piedra y simplemente observando el paisaje interior que surge como lo hace el Sol al amanecer en la línea del horizonte me dejo ir y me rindo a las caricias que la música expande por esa piel hecha de células de sensibilidad.
—No tengo tiempo! —dicen algunos.
Yo solo espero que algún día no se olviden de respirar. Sí, tienes tiempo; solo debes ser su dueño y no a la viceversa.
Son veintiséis minutos. Es lo que acostumbra a durar una "meditación convencional".
Si no tienes veintiséis minutos para ti, considera la posibilidad de que seas un pobre desgraciado.
No tienes que hacer el "gurunanda". Simplemente escoge bien la silla, adopta una postura cómoda y ni tan solo necesitas cerrar los ojos. Puedes mirar el video si quieres. Respira y escucha; escucha y respira. Al poco tiempo estarás contemplando tu paisaje interior.
El periodista estaba realizando su investigación de campo. Con su coraje como arma profesional, se atrevía a preguntar a las franjas de edad que más le interesaba. Aquellas que verían, porque tenían el tiempo a su favor, la llegada de esa cadena de aconteceres que llamamos futuro. Sí; porque podemos llegar a proponer una fecha concreta como futuro. Pero ¿acaso no es futuro, el momento que marcará tu reloj, una hora después.
Esos futuros, a unos les parecían más próximos y a otros se les antojaba un horizonte lejano y desdibujado. Pero la mayoría lo veían oscuro.
Nuestra juventud enferma, más que madura.
El estrés postraumático alcanza valores equiparables a los bélicos.
La falta de oportunidades, la ausencia de perspectivas laborales y el deterioro de la sociedad; su gran preocupación.
Se añade la situación pandémico que resulta en una visión distópica del mañana.
Una mayoría de jóvenes, de edades entre 18 y 35 años
sufren "angustia climática"
viene de la entrada anterior
...La reparación de los aparejos llevó más días de los previstos. Tres días después de aquella conversación, al parecer se produjo una pelea importante en la taberna. Varias mesas quedaron destrozadas y se originó un pequeño incendio a causa de una lámpara rota. Todo esto propició que el espacio útil quedara bastante reducido.
Aquella tarde lluviosa, me llevé mi fiambrera y al verme comer, sabiéndome español, el tabernero me ofreció vino. Lo acepté sin pronunciar sonido alguno y trabajo tuvo el pobre hombre para “supuestamente” conseguir que entendiera que el vino era gratis, siempre y cuando luego consumiera la cerveza de la casa. Mi comedia consistió como era preceptivo, en figurar que no entendía y a punto estuve de estallar en carcajadas viendo al barbudo gesticulando como un títere.
Después de la comida, me desvanecí en una pequeña siesta, lo cual no extrañaba a nadie. Era común que las gentes que acudían se soltaran unos minutos que normalmente no eran muchos. Una cosa u otra te despertaba.
A mi, me despertó la llegada de los dos individuos cuya conversación anterior tanto había secuestrado mi atención. Seguramente se colocaron a mi lado, para no tener vecinos indiscretos, convencidos de que yo era algo así como la cabeza de jabalí que colgaba en la pared como trofeo de caza.
No pasaron ni cinco minutos y nuestro protagonista que finalmente supe que se llamaba Carlton, seguía su relato ante la manifiesta cara de curiosidad y asombro de su amigo al que el tabernero llamó Murray.
—Como te explicaba, aquellas luces volvieron mientras estaba contemplando aquel enorme letrero. Brillaban de forma cegadora y yo no podía entender como las personas que veía en la calle no se alteraban. Las tenía a mi alrededor, tanto a las luces como a las personas y entré en una especie de parálisis aunque era consciente de lo que ocurría. Ascendí; no se como ni a donde, pero ascendía. De eso estoy seguro.
Era una especie de esfera translúcida y estábamos en el interior. Y digo estábamos porque allí había alguien mas, aunque yo no lo viera.
De forma instantánea reapareció la herida en la pierna y el dolor era insoportable, pero duró poco. De forma progresiva la intensidad del dolor fue dando paso a una sensación cálida y la percepción de algo parecido a una caricia. Todo esto ocurría mientras no me podía mover. Tenía la sensación de estar sujeto por unas correas que no podía ver. Cuando desapareció el dolor, desapareció también esa presión inmovilizante y me reincorporé. La herida había desaparecido. Escuché voces en una lengua desconocida. Eran voces que desprendían mucha calma y mucha paz y noté que de nuevo me adormecía.—
Carlton siguió explicando a Murray que después del naufragio, despertó rodeado de pescadores y un par de mujeres que cuidaban de él. Todo aquello, en aquel preciso instante le pareció un sueño. Habían pasado unas horas desde que fue rescatado, cuando estuvo a punto de naufragar. Comentaban la suerte que había tenido mientras pero insistía en que su pierna tenía que tener necesariamente una brecha abierta. Los vecinos empezaron a dudar de su integridad mental y decidió prudentemente no insistir sobre el tema. Ahora, pasado ya unos cuantos años estaba explicando la historia a su amigo.
Partimos de vuelta a Finisterre una semana después de la última conversación que yo había anotado extensamente en mi diario. Desde entonces, suelo tener unos extraños sueños donde me veo en una ciudad como la del protagonista del relato y también veo luces intensas y extrañas maquinas y artilugios. Desde entonces vivo ciertamente inquieto. Cualquier luz intensa me recuerda la extraña aventura del escocés.
Varios siglos después, en Tokio
Siete de febrero, 2019
Tokio. Japón
La prensa recoge que docenas de ciudadanos afirman haber visto varios días atrás un occidental de largas barbas deambulando por el centro de Tokio. Añaden que su comportamiento errático estuvo a punto de ocasionar varios accidentes de tráfico y que no reaccionaba ni cuando era avisado, ni cuando se le tocaba. Al parecer pasaba su tiempo mirando escaparates anuncios y televisiones. Un motorista afirma haberlo atravesado con su moto como si se tratara de un fantasma. Las autoridades policiales están estudiando el caso aunque aseguran que no se le ha visto más desde la fecha.
Curiosamente los Servicios de Salud Mental de la ciudad comentan el caso de un ciudadano del norte de la ciudad que insiste en que viaja cada noche a la Escocia del siglo XVIII. Del individuo destaca una herida en la pierna, con dificultades de cicatrización, así como una incipiente barba pelirroja, lo cual es una anomalía genética, prácticamente irrepetible en la raza japonesa.
Era el último edificio a la derecha de la vista que ofrecía aquel pequeño pueblo pesquero. mirando desde el mar. Allí acababa la calle principal y la prolongación no era otra cosa que el muelle de embarque protegido por un rompeolas compuesto por grandes rocas, que eran un refuerzo a la lengua de tierra que conformaba un puerto natural donde las embarcaciones se protegían del Mar del Norte al este de Escocia. Se llamaba Stonehaven. Hoy es una gran ciudad.
Aquel edificio, hoy día el museo Tolbooth, era entonces un almacén y taller de reparación de embarcaciones y también albergaba una pequeña taberna que los lugareños conocían como la Danish Cavern o también la Taberna del Vikingo.
En lo más profundo del local y frente a una entrada sin puerta con unas cortinas mas sucias que raídas y que medio ocultaban la cocina, había una especie de mostrador de no mas de metro y medio de ancho y unos sesenta centímetros de profundidad, donde el tabernero preparaba las jarras de cerveza y otras bebidas que se consumían en sendas mesas cercanas a las paredes en las cuales se apoyaban largos bancos. Bajo ellas alguna banqueta o taburete.
No solía ser un lugar aglomerado. Solías ver como mucho una docena o docena y media de personas. Algunas, seguían la costumbre de llevarse sus paquetes de comida para acompañar las bebidas que era lo único que servían.
Apestaba. Era un lugar mal ventilado, iluminado con lámparas de grasa de ballena. Era sucio, poco ruidoso pero con un permanente murmullo y con una perpetua atmosfera cargada de los humos de las pipas a los que se sumaban los que desprendía la cocina.
Allí me ocurrió algo que no puedo olvidar en modo alguno. Simplemente escuché una conversación inclasificable que intentaré resumir.
Amparado por mi condición de extranjero llegado con barco mercante español, aquellos lugareños estaban convencidos de que no entendía una palabra de su idioma. Ellos no podían saber que doce años atrás había contraído matrimonio con una viuda de una aldea cercana a Gorebridge al sur de Edimburgo y que a estas alturas además de enseñarme la lengua de los hombres con faldas, ya me había dado dos hijas. Vivíamos en en España, concretamente en Finisterre. Pero yo solo seguía las instrucciones de mi patrón que llevaba un cargamento de carne de cerdo salada y además aprovechaba la estancia para hacer reparar unos aparejos estropeados. Me había indicado con gran precisión e insistencia que no hablara ni una sola palabra que no fuera el gallego. Recibí alguna que otra burla mientras pedía mi bebida, pero luego el tabernero y sus clientes me dejaron en paz. Son gente hospitalaria y a los pocos días, mi presencia era normalizada, recibía saludos y algún que otro intento de conversación. Yo seguía con mi teatro. Me situé en una mesa bajo una lámpara y con un libro frente mío, aunque no leía, solo lo aparentaba. Debía esperar que mi patrón me recogiera, después de sus gestiones.
El ruido fue bajando de intensidad, así como también menguó la presencia de marineros. Pero a metro y medio de mi humanidad, dos individuos tenían una conversación. Uno hablaba sin cesar, mientras que el otro escuchaba absorto y totalmente despreocupados del lector que tenían cerca y que afinaba los oídos con cada vez más atención.
Aquel individuo pelirrojo de unos cincuenta años de edad relataba a su amigo una historia de unas misteriosas luces en el mar frente a Hall Bay a pocas millas de Stonhaven y que se aproximaron a su barca de pesca, después de que él, solo en medio de una colosal tormenta y después de haber perdido sus dos compañeros, quedó exhausto de luchar con las olas y herido en una pierna. Vio las luces que lo envolvieron, poco antes de desfallecer. Jamás supo lo que ocurrió después; solo que despertó sano y salvo en el pueblo . Había sido socorrido por otros pescadores, pero ellos decían que no vieron herida alguna en su pierna; solo desmayado y exhausto. En el Ayuntamiento se apuntó en la bitácora, el accidente el día 7 de febrero de 1719.
Pero él en su relato insistía vehementemente en su herida y que aquellas luces le llevaron a un lugar desconocido y que en ese lugar vio muchos amaneceres.
—No puede ser un sueño. Un sueño no lo recuerdas con tal nivel de detalles— argumentaba tratando de convencer a su interlocutor.
—Era un lugar con la noche más luminosa que puedas imaginar. Las calles y los edificios tenían grandes farolas con lámparas que no ardían. Estaba lleno de extraños carruajes sin caballos que transitaban por calzadas pintadas con rayas blancas y amarillas. Muchas personas montaban una especie de caballerías de dos ruedas, cuyas cabezas desprendían luz y que bramaban a su paso para perderse rápidamente en la distancia. Juro por Dios que vi grandes pájaros de metal de cuyo interior salían filas de personas. Vi las gentes que caminaba, hablando solos constantemente y otros se colocaban un extraño objeto luminoso en sus oídos. Otros miraban ese objeto como hechizados por su luz que parecia dejarlos absortos y en algunos de ellos se podía escuchar como sonaban sonidos exóticos que no sabría describir. Juro por Dios que algunos se montaban en un artilugio con ventanas que desaparecía por enormes tubos, bajo las calles. Otros tubos estaba adosados en paredes transparentes de edificios que se perdían en las nubes. Al subirse a esos tubos, aquellas gentes ascendían a gran velocidad.
—Aquellos seres eran de poca estatura y tenían los ojos rasgados— Prosiguió, mientras su amigo parecía cada vez mas interesado y curioso. Eran viejos amigos y aunque muy asombrado, parecía dar crédito al relato que escuchaba.
—Hombres y mujeres vestían de modo descarado y hablaban un idioma cuyas letras más parecían dibujos que letras. No podía entender absolutamente nada.
Se acercó el tabernero a ofrecerme si quería beber más. Me hice el loco hasta que por signos concertamos una nueva jarra de cerveza. Me di cuenta de que esta escena tranquilizó aún más a los vecinos que continuaron su charla despreocupadamente, más convencidos aún de que ni les escuchaba, ni les entendía
Y tu ¿Qué hacías? —interpeló el amigo
—Nada. Era una situación que me ocasionaba mucha ansiedad. Parecían no verme y yo estaba preocupado por no tener sed ni hambre. Aún así bebí una agradable bebida que robé en una pequeña tienda. Era una botella de un cristal que no pesaba apenas y que no se rompía. Todo era muy raro.
Mucho ruido, mucha luz, mucho movimiento. Muchísimas personas.
Veía pasar los días y las noches y me acurrucaba en algún rincón; descansaba pero no dormía. Me llegué a preguntar si se podía soñar dentro de un sueño...
Podría estar explicándote muchas más cosas, pero aún no sé si me crees.
—No se que pensar—le dijo el el amigo, tratando de encender una pipa con una vela, mientras juraba demonios por que se llenó de cera.
Te entiendo —prosiguió. —Mañana salimos a la mar; a la vuelta te contaré todo lo que acaeció cuando las luces me trajeron de vuelta. Lo último que recuerdo, es un enorme letrero muy luminoso con letras de una luz brillante. Ocupaba toda la fachada de uno de esos edificios tan increíblemente altos. Tenía unas letras que reconocí; se podía leer "Ricoh" pero no sé que significa. Fue entonces cuando aparecieron las luces, aun más brillantes e indescriptibles que me trajeron de vuelta.
...continuará 14/9/21
De niño me gustaba la Historia. Era agradable bucear en los tiempos pasados, lejanos o no tanto. Era hermoso saber de las gentes, los lugares y sus costumbres. Era apasionante saber de los ladrillos con los que se construyó la base del presente que vivimos. En demasiadas ocasiones, ladrillos de sangre. Todo era hermoso hasta que descubrí que había dos historias; la de los vencedores y la de los perdedores. Entonces descubrí que la Historia no siempre era historia y que abundaban las leyendas y las fantasías interesadas.Entonces me dije: Volveré a la Historia, cuando sean tres las historias: La nuestra, la suya y la de los que la ven como si fuera una obra de teatro y desde las últimas filas de la platea.
Mapa de localización actual del Perseverance Rover