14/9/21

El viaje 2ª parte



viene de la entrada anterior

...La reparación de los aparejos llevó más días de los previstos. Tres días después de aquella conversación, al parecer se produjo una pelea importante en la taberna. Varias mesas quedaron destrozadas y se originó un pequeño incendio a causa de una lámpara rota. Todo esto propició que el espacio útil quedara bastante reducido.

Aquella tarde lluviosa, me llevé mi fiambrera y al verme comer, sabiéndome español, el tabernero me ofreció vino. Lo acepté sin pronunciar sonido alguno y trabajo tuvo el pobre hombre para “supuestamente” conseguir que entendiera que el vino era gratis, siempre y cuando luego consumiera la cerveza de la casa. Mi comedia consistió como era preceptivo, en figurar que no entendía y a punto estuve de estallar en carcajadas viendo al barbudo gesticulando como un títere.

Después de la comida, me desvanecí en una pequeña siesta, lo cual no extrañaba a nadie. Era común que las gentes que acudían se soltaran unos minutos que normalmente no eran muchos. Una cosa u otra te despertaba.

A mi, me despertó la llegada de los dos individuos cuya conversación anterior tanto había secuestrado mi atención. Seguramente se colocaron a mi lado, para no tener vecinos indiscretos, convencidos de que yo era algo así como la cabeza de jabalí que colgaba en la pared como trofeo de caza.

No pasaron ni cinco minutos y nuestro protagonista que finalmente supe que se llamaba Carlton, seguía su relato ante la manifiesta cara de curiosidad y asombro de su amigo al que el tabernero llamó Murray.

—Como te explicaba, aquellas luces volvieron mientras estaba contemplando aquel enorme letrero. Brillaban de forma cegadora y yo no podía entender como las personas que veía en la calle no se alteraban. Las tenía a mi alrededor, tanto a las luces como a las personas y entré en una especie de parálisis aunque era consciente de lo que ocurría. Ascendí; no se como ni a donde, pero ascendía. De eso estoy seguro.

Era una especie de esfera translúcida y estábamos en el interior. Y digo estábamos porque allí había alguien mas, aunque yo no lo viera.

De forma instantánea reapareció la herida en la pierna y el dolor era insoportable, pero duró poco. De forma progresiva la intensidad del dolor fue dando paso a una sensación cálida y la percepción de algo parecido a una caricia. Todo esto ocurría mientras no me podía mover. Tenía la sensación de estar sujeto por unas correas que no podía ver. Cuando desapareció el dolor, desapareció también esa presión inmovilizante y me reincorporé. La herida había desaparecido. Escuché voces en una lengua desconocida. Eran voces que desprendían mucha calma y mucha paz y noté que de nuevo me adormecía.—

Carlton siguió explicando a Murray que después del naufragio, despertó rodeado de pescadores y un par de mujeres que cuidaban de él. Todo aquello, en aquel preciso instante le pareció un sueño. Habían pasado unas horas desde que fue rescatado, cuando estuvo a punto de naufragar. Comentaban la suerte que había tenido mientras pero insistía en que su pierna tenía que tener necesariamente una brecha abierta. Los vecinos empezaron a dudar de su integridad mental y decidió prudentemente no insistir sobre el tema. Ahora, pasado ya unos cuantos años estaba explicando la historia a su amigo.

Partimos de vuelta a Finisterre una semana después de la última conversación que yo había anotado extensamente en mi diario. Desde entonces, suelo tener unos extraños sueños donde me veo en una ciudad como la del protagonista del relato y también veo luces intensas y extrañas maquinas y artilugios. Desde entonces vivo ciertamente inquieto. Cualquier luz intensa me recuerda la extraña aventura del escocés.


Varios siglos después, en Tokio

Siete de febrero, 2019

Tokio. Japón

La prensa recoge que docenas de ciudadanos afirman haber visto varios días atrás un occidental de largas barbas deambulando por el centro de Tokio. Añaden que su comportamiento errático estuvo a punto de ocasionar varios accidentes de tráfico y que no reaccionaba ni cuando era avisado, ni cuando se le tocaba. Al parecer pasaba su tiempo mirando escaparates anuncios y televisiones. Un motorista afirma haberlo atravesado con su moto como si se tratara de un fantasma. Las autoridades policiales están estudiando el caso aunque aseguran que no se le ha visto más desde la fecha.

Curiosamente los Servicios de Salud Mental de la ciudad comentan el caso de un ciudadano del norte de la ciudad que insiste en que viaja cada noche a la Escocia del siglo XVIII. Del individuo destaca una herida en la pierna, con dificultades de cicatrización, así como una incipiente barba pelirroja, lo cual es una anomalía genética, prácticamente irrepetible en la raza japonesa.

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