Kenko en el siglo XXI: Escrito num 2

Aquel que olvida el modo de gobernar de los sabios emperadores del pasado, aquel que no presta oídos a las querellas del pueblo y no reconoce el daño que está causando a la nación. Aquel que busca el lujo en todas las cosas, estimándolo como lo más grande, y que actúa como si todo le perteneciera y todo fuera poco para él, ¡qué hombre más fatuo!
Nuestro admirado Kenko escribía esto en el siglo XIII en un lejano Japón y en unas formas de gobierno (entre los shogunatos de Kamakura y Ashikaga)  que aún no habían conseguido la unificación del país, la cual llegaría unos tres siglos después, con el shogunato de Tokugawa.
Los que él vivió, eran gobiernos más locales y cercanos al conocimiento del pueblo. Y se refiere a ellos desde los  conocimientos que ofrece haber sido anteriormente funcionario. Y lo hace de modo muy parecido a como lo haría yo mismo, en estos tiempos en que no queda más remedio que aceptar una cierta nostalgia por ver en la silla del gobernante, aunque no se trate precisamente de la del emperador, alguna personalidad a la que poder atribuir rango y características de estadista. 
Kenko invita con su párrafo a no olvidar la necesidad de la autenticidad en los mandatarios. Sus letras recuerdan la maldad del carácter de los fatuos.
En este escrito, Kenko hace referencia a  un libro escrito por un tal Fujiwara (un pensador que murió relativamente joven (909-960) y que en su  libro "Preceptos" dice:
Haced uso de las cosas sencillas que tengáis a mano, tanto en lo que tiene que ver en el vestir como en lo relativo a  caballos y  carrozas, y sobre todo no busquéis nunca el lujo.

Estoy bastante convencido de que la necesidad de estos valores, permanece vigente y la añoranza por los estadistas, también, en este mundo actual sin emperadores

Cita a Yuntoku, un antiguo emperador que afirmaba:

Las cosas que use el emperador, deben ser simples y sencillas 


Y a estas alturas, es inevitable recordar a aquel señor de Montevideo,  Jose Mujica. Quizás la prueba definitiva de las verdades que emanan ya desde tiempos y lugares tan lejanos. Una rara flor de loto nacida en un lodazal de agua estancada.
Y al mismo tiempo no podemos dejar de preguntarnos:
¿Qué hemos hecho para merecer tanta ineptitud y deshonestidad desde las sillas que nos gobiernan?

Yo no sé encontrar respuesta. Y buscándola, topo en el mismo escrito de Kenko, con una sentencia aparentemente críptica, porque quizás no sea posible la excelencia del estadista si no hay un destinatario preparado para aceptarla:
El hombre que aspire a la excelencia ha de manejar el pincel con soltura, cantar bien en los banquetes y, aunque ha de hacerse de rogar, debe demostrar que no es abstemio.
Me temo que este aforismo, requeriría una explicación: Saber escribir (no pintar). Tener don de gentes, oratoria y desenvoltura y saber beber sin perder la compostura. En unas palabras de hoy en día: un pueblo suficientemente bien educado.




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