Hoy está siendo un día difícil y no porque lo que está ocurriendo me ataña directamente; eso claro está, suponiendo que las guerras no nos atañen directamente. 
Las noticias son las que son, pero con el paso del tiempo, algunos se acostumbrarán y otros, simplemente, nos sentimos martirizados como con la gota malaya. Día a día, noticia a noticia, niño a niño, niña a niña. El dolor de los padres, la sangre en los pasillos hospitalarios, las miradas de desespero de la gente tras un camión de ayuda humanitaria (cuando los hay). El despotismo de Biden, ese anciano irreverente que fue soldado y ya no se acuerda. La arrogancia del Hitler del siglo XXI y la de ese otro Poncio Pilatos de nuestra época, de nombre Benjamín que se lavaba sus manos criminales en un cuenco que se llama Hamás. 
¡Por Dios! Monstruos que fueron, como Sadam Huseín, o Gadafi, se ven como angelitos al lado de este endemoniado pastor de las ovejas del rebaño de David que, paso a paso, día a día, se van convirtiendo en lobos.
Los blogs, los periódicos, las salas Zoom a las que me invitaron y ya no asisto, los comentarios de unos y otros, todos, todo acaba con el tiempo oliendo a ese asqueroso olor de la pólvora explotada junto con el polvo de los edificios derrumbados. Pero no es una queja; es una rebeldía.

¿Dónde está la verdad? —Me pregunta Miquel, en un comentario.
Pero yo no lo sé. Solo se me ocurre pensar que posiblemente esté agazapada en el interior de un bosque de mentiras, esperando ser descubierta y abrazada.

No lo llevo bien. Es la impotencia que me estruja y me inmoviliza. Solo me queda un deseo: Vivir lo suficiente como para ver a estos asesinos ante un tribunal y si luego colgaran de una soga (soñar es gratis), posiblemente aplaudiría. 

Y después de esta vomitada, dejadme que os obsequie, por vuestra paciencia, con la música de estos chicos y chicas, (él, me ha robado la gorra de hoy y la barba de mi juventud). 
Con esta pieza urbana e intemporal, quizás nos acaricien el alma. 
Amar a alguien  (To love somebody)