Esta es una entrada «trasladada». La publiqué originalmente el 11 de julio, 21 en Wordpress y posteriormente en mi blog Noxeus. Creo que algunas, como esta, están mejor aquí.
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Llevaba unos días dándole vueltas a la cabeza. Y es que Kiyoshi ya transitaba por la tercera de sus edades. El médico le había dicho textualmente —No mires hacia atrás, céntrate en todo aquello que tienes por delante. Céntrate en el camino que estás recorriendo aquí y ahora.
Kiyoshi, siempre se había recreado en su mundo mental. Le gustaba, a sus 78 años, sumergirse en sus recuerdos. A su modo revivía las historias de su vida, sus amores de juventud, la infancia de sus hijos y otros episodios pasados con los que construía sus paisajes mentales fruto de una mezcla de verdades, imaginaciones y deseos que al fin y al cabo es lo que suele hacer la memoria. Pero le hacían feliz.
Ahora, el psicólogo le había aconsejado que se centrara en su momento presente y que no mirara hacia atrás. A él le sonaba a la cantinela zen del aquí y ahora. Según su terapeuta, eso le ayudaría a fijar mejor los eventos de presente en su mente, que ya comenzaba a mostrar signos de una incipiente demencia; nada alarmante (o sí), simplemente propia de la edad (o no).
Kiyoshi, quizás por eso, decidió que debía visitar a su hermana Hiriko y pasar con ella el invierno que se acercaba. Al fin y al cabo, ella también vivía sola y en repetidas ocasiones le había pedido, casi suplicando que por los menos pasaran juntos, las estaciones más duras.
La autopista E17 le llevaría desde Numata hasta Sakado; un pueblo ahora ya absorbido por la metrópolis de Tokio.
El tráfico es intenso en esa autopista, especialmente a las primeras horas de las jornadas y Kiyoshi conduce una furgoneta corta, muy típica de los automóviles populares japoneses. Apenas tienen morro en su parte delantera y por detrás acaban con un portón totalmente vertical.
Todo fue muy rápido. Aquella moto ocupaba el carril e iba demasiado lenta. Había que adelantarla y eso hizo. Un golpe seco desde detrás lo devolvió al carril y se llevó la moto por delante. Salió rebotado hacia los carriles de la derecha y esta vez el golpe fue definitivo. No excesivamente fuerte, pero suficiente como para que el anciano quedase mal parado.
Al parecer no entendió bien las indicaciones de su médico. En su mente, más afectada de lo que pensábamos, no mirar hacia atrás, incluía haber anulado los retrovisores de su vehículo.
No pasó el invierno con Hiriko; pasó el resto de su vida. No fue mucha. Murieron ambos tres años después. Kiyoshi se durmió en su silla de ruedas un viernes por la tarde. Hiriko le siguió solo 21 días después. Tuvo tiempo de explicar a su única hija, que esos años habían sido los más felices de su vejez.
No pasó el invierno con Hiriko; pasó el resto de su vida. No fue mucha. Murieron ambos tres años después. Kiyoshi se durmió en su silla de ruedas un viernes por la tarde. Hiriko le siguió solo 21 días después. Tuvo tiempo de explicar a su única hija, que esos años habían sido los más felices de su vejez.
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