H(caps)anna además de simpática, cosa apreciable, era muy decidida y descarada; lo cual ya no resultaba tan agradable. Hacía unas semanas que la conocía. Era nueva en el barrio y le gustaba pasar el final de la tarde en el pub.
El pub de pomposo nombre (Grail House, la Casa del Grial) tenía mucho más de taberna porteña que de pub escocés, pero por supuesto no faltaba el rincón de los dardos ni el billar de grandes dimensiones donde se jugaban todas las tardes después de las siete, partidas cortas de Snooker . Así conocí a Hanna. Ella buscaba desesperadamente un "asshole" (gilipollas) que le enseñara el juego de billar, ya que los dardos los tenía prohibidos desde que le clavó accidentalmente un hermoso dardo al no menos hermoso trasero de la camarera de noche.
No había mucho gilipollas para escoger. Los jóvenes eran candidatos imposibles. Ellos estaban por la labor de vociferar en la barra, aprovechando los momentos en que no estaban sorbiendo de la jarra de cerveza y si no era esa ocupación, se negaban con el argumento de que tenían pendientes unas partidas de dardos.
No había mucho gilipollas para escoger. Los jóvenes eran candidatos imposibles. Ellos estaban por la labor de vociferar en la barra, aprovechando los momentos en que no estaban sorbiendo de la jarra de cerveza y si no era esa ocupación, se negaban con el argumento de que tenían pendientes unas partidas de dardos.
Otras posibilidades apuntaban a Karen, una mujer de unos 110 kilos de peso que presumía de haber hecho el eructo más largo del siglo: seis segundos y treinta centésimas. Según ella, podía haber sido aún más largo, si no se hubiera distraído por culpa de una ventosidad que se le escapó casi al final del esfuerzo. Sinceramente; era mejor "propulsora de vientos corruptos" que jugadora de snooker.
Así se entretenían lsa gentes del barrio y Hanna consiguió finalmente convencerme para que, jugando, le diera unas lecciones básicas de esa modalidad de billar.
La verdad es que no manejaba mal el taco, pero su control de la bola blanca era un jodido desastre.
No sé si te puedes imaginar lo que supone explicar la mecánica del juego, los valores de las bolas y lo que se puede y lo que no se puede hacer, a una mente dispersa por defecto de nacimiento y nublada por culpa de las "pilsen" (pilsner para más ortodoxia)
—Voy a mear—me dijo con su elegancia característica—No te escapes que te invito a una pinta.
No sentamos en la mesa justo al lado de Brian. El tipo es de esa especie más paranormal que normal, que se sienta en su rincón, frente a su mesa, con la pinta (la penúltima) medio llena, un cigarro en la boca, mirando hacia las jarras que cuelgan encima de la barra y sin mover ni un pelo de esa barba de dos palmos. Por regla general, siempre acaba despertando de su letargo, gracias a que se quema los labios con el cigarro o se pega una hostia de cuidado en la frente, golpeándose con la jarra en la mesa. Y es que de natural, ya tiene cierta propensión a dormitar y con los tragos acumulados, más.
La conversación con Hanna, fue divertida hasta que apareció su descaro.
—¿Qué le pasó a tu mujer; de qué murió?
No sabía si contestar, pero no quise ser antipático.
—Fumaba mucho y pilló un cáncer de pulmón que hizo metástasis. En seis meses la enterramos.
No se inmutó y con toda la naturalidad del mundo empezó a explicarme que ella se chupaba cajetilla y media al día, que estaba divorciada, que tenía un hijo, que vivía de la pensión de su marido y de su trabajo de auxiliar de enfermería.
No llevábamos media hora conversando, cuando de golpe me dice:
— ¿Y no tienes pareja? ¿Cómo es que vives solo?
No recuerdo que le dije, pero solo sé que no fue suficiente para cortar ese rollo que se estaba desplegando.
—Así, tengo que imaginar que duermes solo ¿verdad?
—No que va, en mi enorme cama, duermo yo y mis circunstancias— le solté con la esperanza de que se cortara un poco y no fuera tan directa. Fracasé.
—Bien; acabo de decidir que yo soy tu más reciente circunstancia—dijo, como si cantara y poniendo cara de Kim Basinger cruzando las ancas...
Han pasado veintidós días y no dejo de pensar que la camarera con el dardo en el culo fue muy afortunada comparada conmigo. Ese tiempo también me ha ofrecido la posibilidad de descubrir que a Karen le ha salido una seria competidora, en la cuestión de las «propulsiones».
Creo que me he metido en un lío. Si salgo vivo de esta, cambiaré la cama por una más pequeña.
Entrada del 22 de junio 2022, trasladada desde mi otro blog.(alert-success)
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