Estaba a punto de hacer el preparado purgante, después de tres días de dieta estricta, cuando recibo una llamada del hospital en la que me comunican que me aplazan la prueba hasta el viernes.
—Nos ha salido una urgencia—es el argumento que me dan. ¿Quién puede creérselo?
Yo desde luego no. Posiblemente, tengan un motivo, pero ese, seguro que no. Me inclino a pensar en la falta de facultativo que quizás deba atender intervenciones. Es decir; por favor, no llamemos urgencia, a lo que es una simple falta de personal y / o presupuestos.
En fin ; resignación es la Sanidad que tenemos.
Reinicio (o prolongo) dos días más de dieta. Eso no es lo malo; lo malo es el nuevo horario programado que me obliga a purgarme por la noche, lo que supone perder prácticamente el sueño de esa noche.
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