Muchos desconfiaron de la teoría de Johannes Kepler para explicar las mareas.
Según el astrónomo alemán, estas se debían por alguna clase de atracción misteriosa que la Luna ejercía sobre las mareas. Uno de los que desconfió de esta teoría fue Galileo Galilei y se puso a pensar en la suya propia. Para él, las mareas eran producto de la rotación y la traslación de la tierra. Aquello parecía tener todo el sentido del mundo. Al girar sobre sí misma y alrededor del sol, la tierra sufría aceleraciones y desaceleraciones periódicas. Hoy sabemos que Galileo se equivocó y que las arriesgadas intuiciones de Kepler eran correctas. No es de extrañar; era un especialista. Fue quien descubrió el cómo y el porqué de los movimientos de los planetas.
Lo paradójico de la ciencia es que busca la certeza navegando entre errores y rectificaciones. No es infalible pero consigue avanzar.
Los infalibles, son los Papas; ellos no buscan la certeza; dicen que ya la tienen.
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