Las buenas gentes, estos días, hacen su lista de propósitos a cumplir en el próximo año. Mucho me temo que se dice más que se hace. Por no hablar de los cumplimientos. Eso ya...
Me recuerda a aquel que decía que le gustaría jugar al ajedrez, porque ganar debe ser la leche.
A estas alturas de la vida, yo ya he cambiado los propósitos por anhelos (verlos cumplidos debe ser la leche). Estoy en esa franja (de edad) en la que uno sueña despierto con anhelos que difícilmente dependen de uno mismo, quizás solo un poquito. Pero que están ahí: la salud, el bienestar de los hijos, la paz del mundo...
Luego están esos anhelos más próximos y mundanos; más egocéntricos y personales: que mi salud no empeore, que no dejen de subirnos/pagarnos la pensión, que nos mejore la sanidad pública...
Así pues, no tengo lista de propósitos, pero tengo mi cajón de los anhelos. En la anterior entrada lo listé. Son pocos, pero pesan (y mucho). Sería bonito saber cuáles son los vuestros, pero quizás no tenga derecho.
Nos vemos en próximo año.
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