Me temo que no me queda otra que reconocerme como un romántico destemporalizado o lo que es lo mismo, presente en una época que se me antoja equivocada, desplazada, incorrecta. Pero el caso es que no sé bien si ese desplazamiento temporal es a futuro o a pasado. Y es que sufro disconformidades en el modo en que gestionamos, los humanos actuales, el conteo del tiempo.
Vivimos rodeados del reloj más perfecto que pueda existir. En un planeta en movimiento alrededor de su estrella, bailando junto con otras esferas, como su satélite, la Luna y otros cuerpos que también siguen el baile. Una estrella, la nuestra, que ya ha alcanzado su mayoría de edad y a la que —si no se estropea nada— le quedan unos cuantos miles de millones de años de estabilidad. Una estrella situada a más o menos medio camino desde la periferia al centro de la galaxia. La zona más tranquila y suficientemente lejana del "buraco negro" (forat, zulo) masivo y central, como para que no nos atemorice.
Por cierto que (y por eso he escogido esta foto de Wikipedia) ya va siendo hora de que se explique que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no es como una pizza salida de horno (un disco). No es así, sino que se parece mucho más a la forma que adopta la masa de esa pizza, cuando el pizzero la lanza al aire deformándose en sus rápidos giros.
Pero bien, volvamos a los relojes. A mí me parece que esos movimientos planetarios alrededor de nuestra estrella, son más que suficientes y precisos para determinar ciclos. No hace ni puñetera falta inventarse otros totalmente artificiales y que (ya me rechinan los dientes), para colmo, casi siempre propiciados por religiones. Cada religión quiere tener su calendario y si no, no está contenta. ¿Ni siquiera en esto pueden dejarnos en paz?
En este planeta, el tercero empezando por el centro, el año empieza en el solsticio de invierno, por regla general, alrededor de lo que llamamos "21 de diciembre" y no once días después. Y a partir de ahí, deberíamos determinar meses lunares de 29,4 días y así sucesivamente.
Evidentemente, esto era muy complicado en la antigüedad y por eso se impusieron diferentes chapuzas cronológicas, como la gregoriana, juliana, etc.
Por eso, hoy en día que llevamos un ordenador (o podemos llevar) en el bolsillo, e incluso en la muñeca, soy de los románticos que harían campaña para la adopción del horario/calendario cósmico.
Este sistema necesitaría un conteo complementario. Uno que pondría a cero el conteo cada 24 horas a partir de un momento concreto a determinar a nivel internacional. A partir de ese momento se contaría porciones del día, del modo como hacía aquel intento que llamaban "la Hora Internet" (también llamado tiempo .beat) propiciado por la empresa relojera suiza Swatch.
Pero ¿quién me haría caso? —Cuatro locos como yo. ¿O eran tres?
Vivimos rodeados del reloj más perfecto que pueda existir. En un planeta en movimiento alrededor de su estrella, bailando junto con otras esferas, como su satélite, la Luna y otros cuerpos que también siguen el baile. Una estrella, la nuestra, que ya ha alcanzado su mayoría de edad y a la que —si no se estropea nada— le quedan unos cuantos miles de millones de años de estabilidad. Una estrella situada a más o menos medio camino desde la periferia al centro de la galaxia. La zona más tranquila y suficientemente lejana del "buraco negro" (forat, zulo) masivo y central, como para que no nos atemorice.
Por cierto que (y por eso he escogido esta foto de Wikipedia) ya va siendo hora de que se explique que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no es como una pizza salida de horno (un disco). No es así, sino que se parece mucho más a la forma que adopta la masa de esa pizza, cuando el pizzero la lanza al aire deformándose en sus rápidos giros.
Pero bien, volvamos a los relojes. A mí me parece que esos movimientos planetarios alrededor de nuestra estrella, son más que suficientes y precisos para determinar ciclos. No hace ni puñetera falta inventarse otros totalmente artificiales y que (ya me rechinan los dientes), para colmo, casi siempre propiciados por religiones. Cada religión quiere tener su calendario y si no, no está contenta. ¿Ni siquiera en esto pueden dejarnos en paz?
En este planeta, el tercero empezando por el centro, el año empieza en el solsticio de invierno, por regla general, alrededor de lo que llamamos "21 de diciembre" y no once días después. Y a partir de ahí, deberíamos determinar meses lunares de 29,4 días y así sucesivamente.
Evidentemente, esto era muy complicado en la antigüedad y por eso se impusieron diferentes chapuzas cronológicas, como la gregoriana, juliana, etc.
Por eso, hoy en día que llevamos un ordenador (o podemos llevar) en el bolsillo, e incluso en la muñeca, soy de los románticos que harían campaña para la adopción del horario/calendario cósmico.
Este sistema necesitaría un conteo complementario. Uno que pondría a cero el conteo cada 24 horas a partir de un momento concreto a determinar a nivel internacional. A partir de ese momento se contaría porciones del día, del modo como hacía aquel intento que llamaban "la Hora Internet" (también llamado tiempo .beat) propiciado por la empresa relojera suiza Swatch.
A que hora quedamos mañana? —A las @135—
Pero ¿quién me haría caso? —Cuatro locos como yo. ¿O eran tres?
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