Nunca como ahora, tanto el Congreso de los Diputados como el Senado, han resultado ser la mejor fotografía posible de lo putrefacta que es nuestra sociedad.
Sí, sí... no pongas esa cara. Por definición son nuestros representantes, nosotros los hemos escogido, acudiendo como corderos en rebaño a eso que llaman «la fiesta de la democracia».
Una de dos: O no escogemos bien y somos idiotas, o escogemos perfectamente en función de lo que somos y somos eso. No sé qué es peor. Más nos valdría, ese día, en vez de votar, acudir a esa otra mierda, —dicen que representativa de nuestra cultura— la fiesta de los toros. O al futbol, que como no podría ser de otro modo, está más podrido que el cadáver de una rata un mes al sol.
Una de dos: O no escogemos bien y somos idiotas, o escogemos perfectamente en función de lo que somos y somos eso. No sé qué es peor. Más nos valdría, ese día, en vez de votar, acudir a esa otra mierda, —dicen que representativa de nuestra cultura— la fiesta de los toros. O al futbol, que como no podría ser de otro modo, está más podrido que el cadáver de una rata un mes al sol.
La fotografía más definida, de alta resolución, con los colores bien saturados; sobre todo, el rojo vergüenza de aquellos pocos que lo contemplan con preocupación.
¿Para cuándo un reglamento al estilo escolar, que castigue a los que insultan, satirizan y descalifican, expulsándolos y multándolos económicamente, sin dilación ni buenismos?
Esas instituciones a mí ya me recuerdan las aulas de los colegios norteamericanos, que veíamos en las películas. ¿Cuánto tardarán sus señorías (tiene huevos, llamarlos así) en tirarse las carpetas o los micrófonos a sus huecas cabezas?
Que usted los vote bien, o no, que para el caso es lo mismo.
La democracia es como dios, muchos creen, pero no ves ni a uno ni a otra por ninguna parte. A lo sumo, en la mente de los crédulos.
Que usted los vote bien, o no, que para el caso es lo mismo.
La democracia es como dios, muchos creen, pero no ves ni a uno ni a otra por ninguna parte. A lo sumo, en la mente de los crédulos.
Y ahora, me voy a ver las féminas del Barça.
Una de las pocas «alegrías de la huerta» que nos quedan.
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