1/3/24

Dar la matraca

Los niños juegan mientras los mayores hablan después de una de las múltiples comidas y reuniones familiares. Uno de los sobrinos comienza a molestar dando golpes con un juguete, gritando, o simplemente chocando contra todo lo que se mueve. ¿Cuántas veces hemos escuchado en ese momento la frase, “¡niño!, deja de dar la matraca”? Esta expresión es tan popular como antigua y a base de ser utilizada ha trascendido a cualquier situación en la que una persona está molestando, siendo inoportuno o insistente con algún tema. Según una de las definiciones de la Real Academia Española, el uso coloquial de ‘matraca’ se refiere a ‘Importunación, insistencia molesta en un tema o pretensión’. Otro de los usos coloquiales es ‘Burla y chasco con que se zahiere o reprende’. Pero, ¿de dónde viene esta expresión?

En el plano etimológico, el origen de la palabra ‘matraca’ viene del árabe hispánico, ‘matráqa’, y este término a su vez del árabe clásico ‘mitraqah’, empleado para designar 'martillo'. Aunque su origen ha sido muy debatido por los expertos –se reconocen citas de la matraca en civilizaciones como la china y la romana–, la corriente principal establece que la llegada a España fue precisamente gracias a los árabes.


La matraca es, realmente, un instrumento de percusión utilizado desde la Edad Media para diversos fines. Consta de una superficie de madera que varía de forma en función del lugar de procedencia. Generalmente, suele ser cilíndrica, ya sea con varias aristas o redonda por completo. En la parte superior cuenta con un asa para agarrarla, y en los laterales hay uno o varios macillos móviles que impactan en dos direcciones cuando se gira con fuerza. El material percutor puede variar también, aunque suelen ser metálicos al igual que el punto en el que impacta.

Antiguamente, en España, se utilizaba para llamar a la oración en algunos monasterios, tradición con especial arraigo en Castilla y León. También hay referencias al uso de la matraca para acompasar la pisa de la uva en diferentes regiones de Europa. Sin embargo, hay un uso que ha persistido hasta hace muy poco en la Semana Santa, donde los más mayores recordarán haberla visto y escuchado, sobre todo en Viernes Santo (depende de la región). La tradición manda (mandaba) que el día de luto de la Pasión no haya orquestas ni bandas de música. Es por ello por lo que en muchos puntos, en vez de utilizar el tambor, se utilizaba la matraca, que tiene un sonido más irregular, discontinuo e incluso desagradable, según explica Pedro Cantalejo, director de patrimonio del Ayuntamiento de Ardales. En la Peña de Ardales hay expuesta una antigua matraca de tres cantos, “para recordar la tradición”.


Cantalejo explica que los niños solían llevar este instrumento en Semana Santa y que en ocasiones dejaban de lado el decoro para dar golpes de forma insistente, de ahí que se utilice la expresión “dejar de dar la matraca”. Además, el sonido del instrumento siempre ha estado vinculado a la falta de armonía y, por tanto, a la penitencia. Así, por constancia y molestia, se les llama matracas a aquellas personas que hablan mucho, que repiten siempre el mismo tema, o a aquellos que no dejan de dar golpes. Tanto es así, que en el diccionario de la RAE, se hace constancia de lo poco agraciado del sonido del instrumento: “produce un ruido seco y desagradable”.

Fernando Torres Diario Sur (2017)

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