Son las 8 y 23 minutos de la mañana. Sábado ventoso y frío. Parece que por fin el invierno se ha dispuesto a mostrar su carácter. Hace pocos minutos que el Sol se ha levantado un poco más a la derecha del Este (hacia el Sudeste) aunque ya lleva unos días caminando de regreso hacia su punto de equinoccio.
La casa está fría, porque no me gusta dormir con la calefacción puesta y las cortinas tiradas dejan pasar los primeros rayos de sol entre sus pliegues y que iluminan el rostro y el pecho del Buda del Perfecto Shamadi. El Sol da luz y calor a los chakras llamados, del "hombre nuevo". Anahata, el chakra del corazón, Vishuddha, el chakra de la garganta, Ajna el tercer ojo y Sahasrara el chakra corona.
El instante merece una fotografía, aunque sea tomada con la improvisación de que ofrece el telefono móvil.
El instante merece una fotografía, aunque sea tomada con la improvisación de que ofrece el telefono móvil.
Como me recuerda Okanu, no es necesario ser creyente para gozar de la compañía de una representación de Buda e incluso tener un pequeño altar. Tampoco lo es para realizar algún pequeño ritual, porque en definitiva estos gestos (mudras del corazón), son una forma de tener presente un modo de entender la vida, basado en el logro de la felicidad personal y la de todos los demás.
Hace muchos años, cuando aún era joven, escribí para mí mismo, un pensamiento que ahora, hoy, me apetece compartir:
Después de unas decenas de miles de años, este tiempo en que nos ha tocado vivir, parece óptimo para iniciar una revolución. Una revolución pacífica, consistente en transformar los templos y las iglesias en lugares de cultura y a la vez, hacer del cerebro el altar perfecto donde celebrar lo sagrado. Y si no es este tiempo, el que sea, no tardará en llegar.
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