Y seguimos contemplando el teatro del mundo. Entre redobles de misiles al viento, se escuchan campanadas de muerte cada vez más cercanas. Llantos de niños hambrientos y quejidos de ancianas moribundas junto a un gato esquelético en los sótanos malolientes de algún edificio en ruinas.
Mientras, en las sedes del poder de la nueva Europa, nada parece nuevo y nada parece Europa. Y en la casa madre del gran tratado, aquel del Atlántico Norte, porque el Sur queda siempre muy lejos, un socio sospechoso veta acuerdos importantes con excusas poco creíbles.
Un tratado asombrosamente endeble y decaído donde el sudeste le dice a los pueblos fineses y suecos aquello tan turco de:
—"Primero la pipa de agua, luego el té y ya quedaremos para mañana"—
Pero mañana ¿a qué hora?
—Ya lo veremos mañana—
Nada nuevo bajo la estrella, o el Sol, si lo prefieres.
¿Cuándo se ha resulto algo con el coraje necesario ?
¿Qué clase de pantomima con disfraces de prudencia y temor al hongo nuclear, no permite poner todas las cartas sobre la mesa del juego?
¿Acaso no saben que ese loco de cara inflada por los medicamentos, no necesita argumentos?
Estamos emborrachados de tanto parlamento, parlamentarios, debates y derechos y nos falta decisión, furia y valentía.
Mientras tanto, el gato esquelético ha abandonado el sótano, porque ya no soporta el hedor del cadáver de la anciana. A quizás tema que los niños se lo coman.
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