—Muero cada día—Respondió Oka-no.
—Los días son un simbolismo de la vida. Amanece un sol en un horizonte y asciende mientras tu te sientes rejuvenecido por el descanso nocturno. Llega un momento en que el astro está en su cenit y comienza a descender. Tu energía ha estado siendo consumida por tu actividad y otras cosas en las que has puesto mucha fuerza y voluntad. En el día como símbolo, del que hablamos, igual que en la vida entera y real. Después de la tarde llega un ocaso repleto de luces cambiantes y que al mismo tiempo oscurecen y disminuyen de intensidad como disminuye también tu energía.
¿La vejez?
—Si, hoy te presento un simbolismo que se refiere a una vida afortunada, lo suficientemente larga como para que, al igual que ocurre en una jornada, los paisajes han transcurrido diversos, las nubes han recorrido el cielo dando momentos de brillo intenso y otros más oscuros o nublados. Y como en este ejemplo de la jornada, ahora la vida ha llegado a este tiempo donde los recuerdos se cubren de color y la frente se llena de arrugas.
En mi morir diario, sucede parecido. Cuando la luz se desvanece entre sombras y negruras, me recojo. Como sabes, no soy religioso ni creyente ni contemplo fe o esperanza alguna de trascendencia, pero eso no me impide percibir la fuerza en mi interior de un espíritu que no puedo negar y mientras me preparo para la muerte diaria, lo escucho. Es un diálogo hermoso entre él y mi mente. Ya hace mucho que descubrí que no eran lo mismo. Y aunque tienen una voz muy parecida, si me concentro, en meditación, puedo distinguirlos. Él escucha mucho más que habla, mientras que la mente parece un pajarillo enjaulado saltando constantemente. No estoy seguro, pero creo que soy yo, el que sin imposiciones, consigo que el pajarillo calle un poco y escuche.
¿Y mueres?
—Simbólicamente si. Es abandonarse en los brazos del sueño. Dejarse ir. Situarse en un plano diferente, trasladarse a otra realidad.
¿Y luego cuando despiertas, es como un renacimiento?
—De nuevo simbólicamente si. Renacer no es un hecho comprobable; es solo una idea y como tal idea puedo plantearme el nuevo presente después de despertar, como una nueva vida y es lo que el simbolismo quiere dar a entender. Un día es una vida. La noche, la permanencia en eso que los budistas llaman el Bardo y el despertar es un nuevo renacer; otra vida. Y muy posiblemente desde los principios de los tiempos esta idea se ha ido convirtiendo en la semilla de las creencias sobre la reencarnación. Y para huir de la ácida realidad del desaparecer, somos capaces de imaginar y desarrollar en cientos de generaciones, escapatorias como los cielos, paraísos, nirvanas, reencarnaciones...
Pero yo solo utilizo la idea del renacer como una especie de ritual litúrgico para afrontar el día. Tiene la misma sacralidad que la que pueda tener, ver la agenda o escuchar las noticias por la radio mientras desayuno.
Oka-no, con esto ¿me dices que no crees en la reencarnación?
—Eres muy pesado, hermano. Vivimos en espacios mentales paralelos y por lo tanto sabes perfectamente que yo vivo de contemplar las posibilidades y las imposibilidades. No me interesa creer; me interesa conocer y nuestra naturaleza no nos permite conocerlo todo. Entonces, intenta imitarme. Vive tranquilo. Contempla impasible tu mente y la de los demás. Aprende.
Posiblemente lo más parecido a un reencarnación que llegues a vivir sea el despertar de las mañanas. Y si La Vida quiere (no, dios) reencarnarás toda la semana.
¿No tienes miedo de estar equivocado?
—Quién, ¿yo o tú?
Creo que quieres que te responda a una pregunta que en realidad, deberías hacerte. En cualquier caso te diré que tengo el mismo temor de estar errado que el de estar acertado.
⚜
Imagen de RD LH en Pixabay
Creo que ese morir cada día (poco o lo justo) no es otra cosa que la constante transformación. La transformación implica ganancia y pérdida a la vez. Puede que a cierta edad, eso llamado vejez, la ganancia apenas prime y la pérdida abunde. Entonces se habla de degeneración del cuerpo. Y el cuerpo es y posee el todo.
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