Y me miró de soslayo |
Veo una pandemia que me parece mucho más peligrosa que la actualmente ocupa tanta tinta de rotativa, código html de contenido web y pantallas de televisión. No es una pandemia que proceda de virus alguno. Tendría que profundizar mucho para llegar a situarme en su origen. A diferencia de la pandemia vírica, ésta otra actúa despacio, pero de igual forma va corroyendo los cimientos de la sociedad, afectando la economía, las relaciones sociales, el desarrollo científico, la creatividad, la cultura, el arte y un sinfín de áreas que de forma, como digo, lenta pero implacable se van deteriorando.
Si los virus, por regla general, afectan al organismo y producen reacciones del sistema inmunitario que desencadenan una batalla biológica que nos pueden llevar hasta la muerte como final de una guerra perdida, esta otra pandemia tiene su particular forma de "fiebre sintomática": La desconfianza.
Y a medida que transcurre la infección social, los síntomas crecen como crece la fiebre.
Desconfianza que desde lo más inmediato a lo más alejado de tu ámbito lo invade todo. Desconfianza en la comunidad de vecinos, desconfianza en las autoridades municipales, en el regidor del barrio, en el alcalde. Desconfianza en los políticos y sus partidos. Desconfianza en la honestidad de tus comerciantes, en las supuestas rebajas. Desconfianza en el repartidor de la comida domicilio. Desconfianza en tu sistema sanitario. Desconfianza en las vacunas, en los gestores de las vacunaciones, en las farmacéuticas, en los portavoces de cualquier tipo. Desconfianza en los medios de comunicación, desconfianza en las policías.
Por desconfiar, desconfías de que el surtidor de gasolina no te esté "chingando". De que la carne del super, no esté embutida de agua para pesar más. Desconfianza en los psicólogos que te comen el coco, en los psiquiatras que te atiborran de drogas. Desconfianza en los curas que no hacen lo que predican. Desconfianza en las ONGs que... dicen en Facebook que se quedan el dinero.
Vives convencido de que todos esos funcionarios que hay, trabajan en concordancia con la ley del mínimo esfuerzo. Piensas que todo es corrupto: inspectores de trabajo, inspectores médicos... todo flota en un mar de corrupción.
De un montón de entidades públicas piensas que mienten más que respiran. El encargado de la sección de la fábrica donde trabajas no tiene ni idea de lo que hace y además se entiende con la secretaria de contabilidad. El coche que te vendieron llevaba un controlador de dióxido que mentía. Por Dios !! hasta los coches mienten. Estás convencido de que el teléfono que has comprado o la aspiradora, tienen dos años de garantía y tres de absolescencia programada.
Desconfianza de todas clases y colores. Y tú, como un corderito vas por la vida, balando de vez en cuando, tranquilizándote escribiendo un tuit de 140 caracteres, respondiendo a la pregunta del "qué estás pensado? que te lanza Facebook, a pesar de que no te fías ni de Twitter ni de Facebook... O como este que escribe, publicarás una entrada en tu reluciente blog cacofónico...Beeee!
Y la fiebre se va extendiendo y de vez en cuando te aplicarás un paño frio, que no es otra cosa que alguna firma en alguna plataforma de peticiones como change.org o similar. Y ale! ya te quedas tranquilito.
Estamos muy, pero que muy jodidos.
Imagen de bstad en Pixabay
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Comparto tu preocupación, y el motivo lo encuentro en esa frase que escribes muy acertadamente "Piensas que todo es corrupto: insp..." y la realidad parece darte la razón a cada instante y en todas las facetas de la vida diaria. Con lo que la desconfianza nos encuentra muy receptivos, y escépticos ante la honestidad.
ResponEliminaUn saludo.
Gracias por pasarte por aquí. Voy de inmediato a conocer tu espacio blog.
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ResponEliminaToda la razón. La desconfianza es clave. Padecemos ese virus socio-mental. Beeee! ¿Es la confianza el antídoto o es mejor estar alerta?
Pensar, decir lo que se piensa, por escrito o a voces, es una forma de rebelión humana, que por lo menos
demuestra que uno -aún está libre-, o eso cree.
No cambies.
Un abrazo.
Creo que no; que la confianza no es el antídoto. Sería un antídoto muy peligroso y lesivo.
EliminaEstar alerta; si. Pero con eso solo tampoco basta. Y aquí es donde hay que poner la rebelión; justo al lado del estado de vigilia y alejarla de las ensoñaciones de libertad por pensar, escribir o vocear.
La auténtica rebelión anida en la acción y es ahí donde crece. Un albañil sabe que si la pared está torcida, hay que derrumbarla.
Totalmente jodidos. Esto no tiene arreglo, fundamentalmente porque nadie lo quiere arreglar.
ResponEliminaUn abrazo.
Lamentablemente yo ya estoy en "la pendiente de bajada" y además cada vez más acelerada. Ya se espabilarán los que aún están ascendiendo. Para ellos va el pavo.
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