Es lo que tiene vivir en un pueblo pequeño y además claramente enfocado a ser una especie de dormitorio. La pandemia lo ha acabado de estropear.
Un pueblo con varios núcleos bien definidos como compartimentos estancos. El barrio antiguo separado del resto por la línea del ferrocarril, un barrio central donde vivo y varios núcleos que aunque municipales, están un tanto alejados.
Pienso que jubilado significa ser y estar. Soy un jubilado que está jubilado. Una condición social que no deja de ser una anomalía, porque sigo pensando que los jubilados debería servir para algo más que lo que la imagen preconcebida de ellos, ofrece al resto.
Pero también tiene algunas ventajas y da pie a costumbrismos curiosos como el que voy a relatar:
Me levanto de la cama a las 5:45 de la madrugada. Después de la higiene y diez minutos de meditación corta (la larga, por la tarde) me preparo un primer café con cuatro galletas que me sirven de "pre-desayuno" mientras veo las noticias de los informativos de Euronews, porque ya paso de la mierda informativa nacional nacional y de la nacional local. Me gusta que me informen sin opiniones añadidas; esas prefiero elaborarlas yo. Me dan asco los opinadores, supuestos politólogos y tertulianos de mierda vendidos al mejor postor.
Preparo mi mochila urbana, siempre con mi cámara dentro, un libro electrónico y las perceptivas pastillas que administro durante el día. A veces, según vea los cielos, un paraguas de emergencia, prodigio de la tecnología china; es decir, pequeño pero matón. Me dirijo a la estación y saco mi billete ida y vuelta, tres euros, hasta la capital de provincia (Girona). Son, si la cosa no se estropea, entre 16 y 19 minutos de trayecto y diez minutos después de un paseo calmo, llego a mi cafetería. Allí soy tratado con cordialidad y cortesía y me zampo mi "post-desayuno" entre saludo y saludo, alguna bromita y lectura de titulares. Más allá de los titulares, empieza la manipulación. No me interesa. Alguien se limpiará el culo con ese trozo de papel o envolverá alguna cosa. Es un consuelo saber que sirve para algo bueno.
Dos o tres horas después y algunas fotos más en la tarjeta de memoria, si no hay nada que gestionar, comprar o reclamar, finaliza el paseo y ya estoy de nuevo en la estación. Como se dice ahora, habré tenido oportunidad de "socializar" con algunos "históricos" de toda la vida. Subo al tren. De nuevo 16 o 19 minutos en el sentido contrario y ya estoy de nuevo en el pueblo.
Pueblo que en este momento tiene cuatro bares, cafeterías o como quieras llamarlos, cada cual peor que el anterior.
Es lo que tiene vivir en un pueblo pequeño y además claramente enfocado a ser una especie de dormitorio.
Compartir esta entrada:
Absolutamente envidiable.
ResponEliminaY luego dicen que hay jubilados que se aburren y que volverían a trabajar.
Propaganda del sistema :-)
Un abrazo.
Y mira que mi trabajo me gustaba, pero... ni cargado de anfetas!
EliminaA mi también me gustaba, pero eso... Ni cargado de anfetas :-)
EliminaParticipo de tus opiniones antimediáticas. Creo que lo importante a ciertas edades es generar un ocio a medida personal. Que implique desplazamientos pero mínimo de obligaciones. Paseos pero no carreras. Conversaciones sencillas y cordiales pero no largas y cuando asomen otros sus vergüenzas mentales mejor despedirse. Y miradas largas a paisajes largos. Los cortos solo implican tarados que no levantan la vista del móvil, patosos de patinete, chuletas de poca monta, repartidores que primero ellos que si no te atropellan, parejas septuagenarias de la manita (lo ha propiciado la pandemia, ozú qué miedo tié la gente ar final y qué necesidad de exhibir lo que ya no habrá) y hace años hubiéramos pensado que habían hecho los cursillos de cristiandad. Y demás fauna ibérica año 2021.
ResponEliminaY pensar que descendemos del mono... con lo inteligentes que son.
EliminaIncreíble !!
Hacer lo que quieres y como quieres, cuando quieres y donde quieres.
ResponEliminaYo tampoco lo cambiaría y también tenía un trabajo pasional y elegido.
Un beso.